Es diferente. Simplemente.
Un estado de bienestar espontaneo tras un largo período de éxodo (in)voluntario. Medio año, ni más ni menos.
Pasar de un estado a otro. Así, sin previo aviso.
Lo llama diferencia.
¿En qué pensaba? En nada. En el éxodo en sí. En el cambio. En la batidora y en el contenido de la misma, repleto de todas aquellas diferencias.
Por fin puede sentarse delante del horno y mirar a través del cristal. Piensa en que esta vez han elegido un buen molde, la mezcla sigue dentro y se ha empezado a cocinar. De vez en cuando sale alguna pompa y teme quedarse sin merienda. Pero la levadura ha empezado a fermentar y la masa está creciendo.
Y, a decir verdad, el bizcocho tiene buena pinta... Muy buena pinta.
Un estado de bienestar espontaneo tras un largo período de éxodo (in)voluntario. Medio año, ni más ni menos.
Pasar de un estado a otro. Así, sin previo aviso.
Lo llama diferencia.
¿En qué pensaba? En nada. En el éxodo en sí. En el cambio. En la batidora y en el contenido de la misma, repleto de todas aquellas diferencias.
Por fin puede sentarse delante del horno y mirar a través del cristal. Piensa en que esta vez han elegido un buen molde, la mezcla sigue dentro y se ha empezado a cocinar. De vez en cuando sale alguna pompa y teme quedarse sin merienda. Pero la levadura ha empezado a fermentar y la masa está creciendo.
Y, a decir verdad, el bizcocho tiene buena pinta... Muy buena pinta.
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